¿Qué harías si no tuvieras miedo?

Qué harías si no tuvieras miedo

Qué harías si no tuvieras miedo? Desarrollo y liderazgo personal. Entrevista al escritor Borja Vilaseca

En el mundo en que vivimos, el miedo y la inseguridad campan a sus anchas. Las noticias que aparecen en la prensa son, como poco, preocupantes. El paro ha alcanzado cotas inimaginables, y el fantasma de la crisis sigue causando estragos.

Cada vez hay más personas que se ven atrapadas por sus circunstancias económicas. Muchos se sienten en un callejón sin salida. Las reglas del juego han cambiado y no hemos recibido el memorándum. Ante esta situación, parece que tenemos dos opciones: quedarnos bajo la lluvia aguantando la tormenta o tratar de buscar refugio. Y eso significa buscar alternativas, cuestionarnos y atrevernos a tomar caminos menos transitados, pensando fuera de la caja. Incluso yendo más allá de la indignación.

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Esta es la propuesta del periodista Borja Vilaseca, director del Máster en Desarrollo Personal y Liderazgo de la Facultad de Economía de la Universidad de Barcelona y socio fundador de la consultora Koerentia.

Además, es el fundador de La Akademia, un proyecto de educación emocional que promueve de forma gratuita el autoconocimiento y la responsabilidad entre los jóvenes. Tras sus tres primeros libros, ‘Encantado de conocerme’, ‘El Principito se pone la corbata y ‘El sinsentido común’ acaba de publicar ‘Qué harías si no tuvieras miedo’, en el que reflexiona sobre la necesidad y el valor de reinventarse profesionalmente.

-El título de tu último libro da por sentado que estamos atemorizados. ¿Es así?

-Completamente. Dado que en general no sabemos verdaderamente quiénes somos, cuáles son nuestros talentos ni para qué estamos aquí, el miedo es la emoción que nos mueve a tomar la mayoría de decisiones relacionadas con nuestra dimensión profesional y económica. No es casualidad que en España más del 80% de la población activa sean empleados.

El miedo nos lleva a vender nuestro tiempo y nuestra libertad a cambio de una falsa sensación de protección y seguridad en forma de “contrato indefinido”. Tenemos tanto miedo a la libertad, que somos tremendamente dependientes del Estado y las empresas. Por eso son tan pocos los que se atreven a tomar las riendas de su vida, asumiendo que son 100% co-creadores y corresponsables de sus circunstancias laborales y económicas.

¿Cuáles son las razones históricas y las causas recientes de ese miedo?

Este comportamiento económico tiene su origen en la Era Industrial, iniciada en 1850 y que recientemente ha concluido en Europa y Estados Unidos. A lo largo de esta época, las instituciones establecidas (el Gobierno, las empresas y los bancos) afianzaron su poder, su control y su influencia sobre los ciudadanos, ejerciendo su autoridad de forma paternalista.

Esta es la razón por la que el victimismo se fuera consolidando como la actitud mayoritaria frente a la vida. Al ser tan dependientes de estas instituciones, la gente creyó que otros les resolverían sus problemas económicos, laborales y financieros. Aun no hemos aprendido a hacernos cargo de nosotros mismos. Por eso necesitamos que el Gran Hermano nos cuide, nos vigile y nos proteja. Amos y esclavos dependen los unos de los otros para poder sobrevivir. Es una relación simbiótica, cada uno es responsable al 50%.

sistema educativo

En el libro dices que somos “víctimas del sistema educativo”. ¿A qué te refieres?

Nos han educado para vivir en un mundo que ya no existe. No en vano, el sistema educativo parece haberse estancado en la Era Industrial en la que fue diseñado. Desde que empezamos a ir a la escuela, nos han venido insistiendo que “estudiemos mucho”, que “saquemos buenas notas”, que “obtengamos un título universitario” y que busquemos “salidas profesionales”. Y eso es precisamente lo que muchos de nosotros hemos procurado hacer.

Fundamentalmente porque nos creímos que una vez finalizara nuestra etapa de estudiantes, encontraríamos un empleo fijo con un salario estable. Pero dado que la realidad laboral ha cambiado, estas consignas académicas han dejado de ser válidas. De hecho, se han convertido en un obstáculo que limita nuestras posibilidades y potencialidades profesionales. Ya empieza a hablarse de una ‘generación perdida’.

También hablas de que la escuela mata la creatividad.

Exacto. Más allá de que el sistema educativo actual permita que los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, la escuela desalienta el aprendizaje y fomenta el conformismo y la obediencia. Y lo peor de todo: aniquila nuestra creatividad. Esta es la razón por la que cada vez más adolescentes sienten que el colegio no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida cotidiana.

La mayoría de centros e institutos oficiales todavía no enseñan a los chavales las cosas verdaderamente esenciales de la vida. Así, los jóvenes van pasando por esta cadena de montaje sin que se les plantee las preguntas realmente importantes: ¿Quiénes somos? ¿Qué necesitamos para ser felices? ¿Cuáles son nuestras cualidades, fortalezas y virtudes innatas? ¿Qué nos apasiona? ¿Cómo podemos escuchar y seguir a nuestra voz interior? ¿Cuál es nuestra auténtica vocación? ¿Cuál es nuestro propósito en la vida?

En el libro propones que vayamos más allá de la indignación y nos sumemos al “Movimiento de los Responsables”. ¿Qué es exactamente?

Se trata de una minoría de ciudadanos cada vez más numerosa que estamos adoptando una visión más proactiva. Más allá del victimismo y la indignación, los miembros de este movimiento ni nos manifestamos ni protestamos. En vez de preguntarnos qué puede hacer el Gobierno por nosotros, invertimos nuestro tiempo y energía en formación para reinventarnos profesionalmente, descubriendo qué podemos hacer por la sociedad.

Principalmente porque nos hemos dado cuenta de una obviedad: quejarnos, protestar y culpar a los demás no ha traído ningún cambio positivo ni constructivo a nuestra vida. Todo lo contrario. Tan sólo ha servido para enfurecernos y debilitarnos todavía más. Además, en la medida que nos hagamos cargo de nosotros mismos, emocional y económicamente, presenciaremos el fin de las instituciones establecidas y el inicio de una nueva etapa económica sin intermediarios, basada en la colaboración, la confianza y la cooperación entre ciudadanos.

Te refieres a esta tendencia social como una “revolución pacífica y silenciosa”.

Sí. Principalmente porque no hace ruido ni sale en los informativos. Pero lo cierto es que el cambio individual es el motor de la transformación social y económica. Ya lo decía Gandhi: “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”. Así, la misma energía que antes utilizábamos para indignarnos y tratar de cambiar el sistema, es mucho más eficiente emplearla en modificar lo único que sí podemos transformar: nuestra mentalidad, nuestra actitud y, en definitiva, las decisiones con las que construimos día a día nuestras circunstancias laborales y económicas.

La revolución más grande que podemos hacer hoy en día no es coger una pancarta e ir a protestar a la plaza mayor, sino reflexionar sobre cómo ganamos y gastamos nuestro dinero, conductas que dicen mucho acerca de la persona que somos. Y una buena manera de empezar esta senda hacia la madurez y la coherencia es tratar de responder (con más hechos y menos palabras( a la pregunta: “¿Qué puedo hacer yo para cambiar aquello de lo que me quejo?” Encontrar la respuesta nos lleva a iniciar un apasionante viaje de autoconocimiento para descubrir quiénes somos y para qué estamos aquí.
En clave de coaching
 
En relación con tu trabajo:
  • ¿Qué estás haciendo para cambiar aquello de lo que te quejas?
  • ¿Con qué actitud te levantas los lunes por la mañana?
  • ¿Qué decisiones y acciones has tomado últimamente que demuestran que confías en ti mismo y en la vida?
 “Aquello que no eres capaz de aceptar es la única causa de tu sufrimiento”, Gerardo Schmedling
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1 COMENTARIO

  1. El sistema educativo, tal como está concebido solo sirve para adoctrinar y anular la creatividad de los niños. Hace falta un cambio total del mismo por uno que estimule la creatividad y los valores

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